"Los latidos de Ángel" en la nueva pintura de Elsa Núñez

Vista de la exposición "Los latidos de Ángel" de  Elsa Núñez. Tienes 
en la galería de Centro Mirador / Foto suministrada
“Elsa Núñez pinta paisajes que se convierten, por la forma de usar los tonos de los colores, en un cuadro abstracto que recuerda el movimiento de la lava. La magistral combinación de los colores logra lo que parece estar en movimiento y al alcance de la mano, en un instante, se derrite ante nuestros ojos. Así presenta ella sus pensamientos profundos sobre la forma de la tierra, en cada uno de sus maravillosos lienzos”.
Banner Rundschau, Bonn, Alemania, 1984
por Abil Peralta Agüero*
Una lectura dialéctica al ritmo de la historia de los artistas plásticos, en una ecuación elemental, desde aquel primer gran ejercicio de Giorgio Vasari, desde su célebre libro “Vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos”, en el que narra el acontecer de los más notables creadores del Renacimiento italiano nos habla de la diversidad de rangos y escalas de calificación que especialistas le asignan a un determinado creador para marcar su sitio en la sociedad, tiempo y espacio cultural en el que le ha correspondido vivir y realizar su obra.
Si analizamos ese principio, lo desplazamos del tiempo y lo contextua-lizamos hasta la vida del arte en nuestros días, advertimos que en cada tiempo ha habido artistas que la suma de su personalidad parti-cular con la alta dimensión y trascendencia de su arte, los ha conver-tido en lo que en la estética, historia y lenguaje de la industria del espectáculo y el entretenimiento, igual aplicado a las bellas artes, incluyendo a las denominadas altas artes, se nombra como celebridad, o celebridades.
Vista de la exposición "Los latidos de Ángel" de  Elsa Núñez. Tienes 
en la galería de Centro Mirador / Foto suministrada
Es la razón por la que en el mundo, apenas una muy exclusiva selec-ción de nombres y firmas ha alcanzado la categoría de celebridad a lo largo de toda la historia de la cultura; para citar sólo algunos referentes, puedo mencionar los nombres de Leonardo Da Vinci, en el Renaci-miento; Alberto Durero, en el Renacimiento francés; Diego Velázquez, en el Barroco español; Eugene Delacroix, en el Barroco francés; Pablo Picasso y Salvador Dalí, en la Vanguardia del siglo XX, o Andy Warhol, en el Pop art norteamericano, o simplemente a Jackson Pollock, en el
Expresionismo abstracto norteamericano, y como suma obligatoria en el ámbito latinoamericano, los celebrados artistas Diego Rivera y Frida Kahlo; más actual, vivo y pintando aún, el afamado maestro universal del Pop y Simbolismo de los siglos XX y XXI, el colombiano Fernando Botero.
Ser una celebridad no se obtiene ni se certifica por mandato de un de-creto presidencial, de un resonante aplauso del público o del capricho de un influyente reportero, no. Se obtiene como consecuencia de una compleja conjugación que une calidad técnica, originalidad de estilo, sustentabilidad de trayectoria, carácter de unicidad en los niveles de expresión de la obra del artista con relación a los discursos de su tiempo, la suma múltiple de aprobaciones de especialistas nacionales e internacionales, y por último, la aprobación resonante del público que admira, valora, respeta y establece una conexión de comunicación de sentimientos profundos con los universos y contenidos de su arte. En ese contexto es que sitúo y reconozco a Elsa Núñez con una perso-nalidad artística y creadora dotada de la dimensión de celebridad del arte y la historia de la cultura dominicana.
El critico de arte el Sr. Abil Peralta Agüero dirigiéndose al publico la noche de apertura
Foto suministrada
Partiendo de ese principio, que más que corresponder a la analítica estética de una obra de arte, corresponde al canon de la sociología de la comunicación cultural, con énfasis en la figura, personalidad y presencia de un artista en la escena social de su tiempo, es que en varias ocasiones, incluyendo en mi ensayo titulado “La pintura de Elsa Núñez, clave para el desciframiento estético del lenguaje pictórico de una artista trascendente”, publicado en el libro/catálogo monográfico “Elsa Núñez/1962 Retrospectiva 2012”, editado y publicado por el Museo de Arte Moderno, en ocasión de la exposición “Retrospectiva 2012” en el MAM, afirmé de modo categórico y sin sentir rubor, que Elsa Núñez es una verdadera celebridad dentro del espectro de la vida cultural en la República Dominicana.
Ese ejercicio, cuya esencia y visión estratégica es documentar los niveles de reconocimiento popular, que en todos los ámbitos de la sociedad dominicana han encontrado en la pintora Elsa Núñez y el
amplio y poderoso repertorio de su producción pictórica, que en nuestros textos he definido, coincidiendo con la totalidad del plantel de críticos e historiadores de arte del país y otras firmas internacionales, que se trata de la artista de mayor sostenibilidad en el ritmo y proceso de evolución estilística, temática y conceptual del arte nacional.
Ahora me ha correspondido reencontrarme con la paleta de la Elsa Núñez, quien ha sabido conjugar con suprema conciencia y racionali-dad su visión filosófica e ideológica sobre la condición humana y sobre la importancia y significancia determinante que tiene la salud del pla-neta, su estabilidad cósmica y emocional como cuerpo receptor de la vida, tanto de la naturaleza como de la humanidad entera.
La artista plástica dominicana Elsa Nuñez
Foto suministrada
A finales de la década de los ochenta, el país cultural quedó impac-tado al hacer contacto con la aparición de una Elsa Núñez que rein-ventaba su visión sobre la función del arte y la ruta que debían seguir los pactos asumidos por ella con el oficio de ser artista; fueron aquellos tiempos en que sus exposiciones, sin renunciar a la dramática goyesca y a los acentos teoristas en la puesta en escena de sus dolores propios y los dolores y heridas sociales del pueblo dominicano, ella optó por mostrar una iconografía en la que patentaba y proyectaba un dolor más hondo, el dolor de la tierra; parecería que había optado por abrazarse a los lenguajes más palpitantes y existenciales e ideológicos de la Abstracción informal y al Expresionismo abstracto para decirnos que el planeta Tierra estaba tratando de comunicarse con cada uno de los seres humanos que ella, como Pachamama/madretierra, que nos acoge a todos, estaba sintiendo miedo, estaba sintiendo dolor.
Esa colección de pinturas con la que Elsa impactó a todos los críticos de arte dominicanos, y otros del exterior, nos revelaba no sólo el sentimiento profundo de una creadora de dimensión superior, sino que presentaba al país una artista con una autocrítica capacidad de rein-ventarse a sí misma para hablar en la lengua de la tierra, para hablar con los acentos que el Neohumanismo y el Ecologismo radical ordenan que hablen no sólo los artistas plásticos y visuales, sino todos los creadores del planeta, incluyendo pensadores, teólogos, líderes políticos y constructores de sueños.
Elsa decidió, desde la vigorosa expresión y exposición de su nueva pintura, hablar desde la dimensión del profeta, utilizando como espacio de resonancia de la voz de su paleta y sus pinceles sobre el dolor que en silencio sufre el núcleo magmático de la tierra, allí donde viven los enigmas más hondos del fuego; decidió, como vemos en su exposición actual, “Los latidos de ángel”, hablar con resonante eco con su cuerpo sumergido en el paisaje submarino, desde el fondo de los océanos con-viviendo con peces y plantas submarinas; optó por radicalizar su visión de la razón de vivir, teniendo frente a sí el espejo, el vergonzante espejo de un planeta dramáticamente afectado por el calentamiento global, y por una amenazadora contaminación ambiental.
Vista de la exposición "Los latidos de Ángel" de  Elsa Núñez. Tienes 
en la galería de Centro Mirador / Foto suministrada
En su nueva producción pictórica, cargada de pinceladas nerviosas y furtivas, Elsa nos está reclamando acción en su pintura, está apostando al despertar de la ciencia, apostando a la radicalización de la oración; a la introspección trascendente de la meditación por la salud del planeta, y eso es lo que nos revela en la renovación de su arte.
Sobre ese fenómeno de orden estético y estilístico, ya antes prominen-tes críticos de arte, como Marianne de Tolentino en 1988, en ocasión de la exposición Interioridades presentada por Elsa Núñez en La Casa de Italia, la prestigiosa crítica de arte, actual directora de la Galería Nacional de Bellas Artes, había reflexionado sobre este nuevo discurso en la iconografía de Elsa, afirmando que “Elsa Núñez fue dramática-mente expresionista, apasionadamente romántica, intelectualmente simbolista. Dotó de alma al paisaje, convirtió a la mujer en diosa de la naturaleza, se lanzó a la abstracción lírica sin abandonar del todo a sus criaturas. Más recientemente desafió la vieja escisión entre figura-ción y no figuración. La lectura de composiciones oníricas podía que-darse entre pinceladas y colores o percibir escenarios acuáticos y descensos al centro de la tierra, o discernir espíritus y duendes, mora-dores de lugares ignotos…”.
Como si se tratara de una visión reconectiva con zonas ignotas de su psiquis, si analizamos su proceso creador y los valores iconológicos que dominaron lo que definimos como el primer cuerpo afirmativo en la iconografía y estética de Elsa Núñez, nos encontramos con los compo-nentes simbólicos que definen los contenidos de una obra de su autoría titulada Elegía a mi hermano, una pintura fechada en 1965, óleo sobre tela, 31x11”, en la que la artista desgarra la memoria de su ser más íntimo para rendirle un dramático y amoroso tributo a su hermano caído durante la Guerra de Abril de 1965, por lo que en cuya obra de estilís-tica expresionista abstracta nos propone, desde ejes verticales paralelos, una llameante ascensión del fuego hacia el universo y una penetrante franja de colores tierra que simbólicamente representan ese estadio místico en el que habitamos los seres vivos, ese vacío ignoto entre el cielo y la tierra.
Vista de la exposición "Los latidos de Ángel" de  Elsa Núñez. Tienes 
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En el análisis de esa pintura y la representación del fuego como tea que marca la vitalidad de la vida en el planeta, advertimos que es el mismo fuego evolucionado que en plena primera década de los ochenta y en la segunda década del siglo XXI, Elsa Núñez nos presenta como parte de la selecta colección de pinturas que integran su nueva exposi-ción, su angustia, estrés existencial, dolor y tormento por el destino del planeta Tierra; pero a su vez es la rubricación testimonial para retro-traer como homenaje personal el más puro y sincero acompañamiento de quien fuera su más fiel compañero, cófrade, colega y centro de recepción de su condición de entidad nacida para hacer arte, compar-tida con uno de los más completos artistas dominicanos, su siempre y eterno camarada Ángel Haché.
Aquel hombre que supo transitar su vida de éxitos con dignidad y res-ponsabilidad profesional desde su condición de dibujante, pintor, actor de cine y de teatro; director teatral, y también poeta; es por lo que Elsa ha llamado a esta conmovedora y nueva exposición “Los latidos de ángel”, porque la omnipresencia de este gran ser humano está viva en sus telas, y yo así la siento.
*Crítico de arte, curador, consultor cultural.
Información: Texto y fotos tomados de la pagina de Facebook de Abil Peralta Agüero

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